¿Cómo experimentar consagración hoy?

Desde hace ocho años decidió apartarse de todo y de todos, y con una última mirada al pueblo de casas viejas, calles anchas y jardines edénicos en donde creció, emprendió el ascenso a la montaña donde reside en una gruta.

Julián Alberto Arinoa Montes es uno de los pocos latinoamericanos que un día decidió apartarse del mundo que le rodeaba para ir en busca de Dios, en medio de la soledad y con la firme convicción de ir más allá de una experiencia superficial. Reside en un cerro, cerca de La Paz. A su alrededor, decenas de curiosos buscan oportunidad para encontrarse con este singular ermitaño de la modernidad.

¿Católico o cristiano evangélico? Prefiere llamarse cristiano. En su humilde morada en solo hay unos cuantos cirios para alumbrarse en la noche, alimentos que le regalan personas de aldeas cercanas y cinco libros, entre ellos la Biblia y un texto de meditaciones. Es lo único que le acompaña.

Buena parte de su jornada la ocupa en orar. Es un paso para tener mayor acercamiento con el Creador. En criterio de Julián, ha sido una experiencia maravillosa. Ya no le hacen falta el ruido de ciudad de La Paz o quizá los pocos lugares de arquitectura antigua que le deleitaban en Santa Cruz de la Sierra.

Presente su cuerpo a Dios en santidad

¿Por qué decide alguien distanciarse del mundo y de la realidad que le rodea? Todo depende de la apreciación que cada uno tenga acerca de lo que es la consagración. Para el anacoreta Julián Alberto Montes, no es otra cosa que irse donde nadie pueda encontrarlo.

Para un cristiano de hoy es dedicar a Dios todo nuestro ser, tal como lo recomienda el apóstol Pablo: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestro cuerpo en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Romanos 12:1).

Usted no necesita tomar el camino del ermitaño. El sendero más fácil de consagración es entregarle al Señor Jesucristo nuestros pensamientos, planes, proyectos y actuaciones. Cuando sintamos que nos agobia el desánimo, pedir su fortaleza y, tomados de su mano, avanzar un paso más.

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