¿Se está volviendo obsoleto el matrimonio formal?

Dios
escogió el Paraiso para instituir el matrimonio, y en su palabra
abundan promesas y advertencias para proteger la unidad familiar. Un
matrimonio establecido y guiado por normas bíblicas tiene el potencial
de ser tan bendecido como la relación de Cristo con su amada iglesia.
(Efesios 5:22-23). Al mismo tiempo, la violación o falta de
cumplimiento de las normas bíblicas produce consecuencias dolorosas y
llenas de culpabilidad.

Aun así, el matrimonio como institución está recibiendo numerosos

ataques. Mientras que la humanidad tiene una larga y perpetua historia

de violar el compromiso matrimonial, actualmente el reto es que se

niega la existencia o la validez de las normas morales referente a la

santindad del matrimonio. Motivado por numerosos movimientos

liberalistas y alimentado por la inmoralidad de la “nueva moralidad”,

un pequeño pero bullisioso grupo predica que el matrimonio está fuera

de moda y debe de ser reemplazado por una alternativa apropiada para

los tiempos en que vivimos. Hay numerosas razones para abandonar la

práctica del matrimonio, todas tienen algo en común, y tiene que ver

con el deseo de vivir libres de compromisos o cadenas (ej: la revelación

de Dios.) La familia de la “Era Nuclear” (padres e hijos) es percibida

como artificial por aquellos que opinan que el estado natural de vida

del hombre, es en comunas, grupos o tribus. Los grupos revolucionarios

intentan reformar la sociedad atacando la familia, dado que ellos mismos

reconocen que es la unidad básica de la sociedad.
Para estar seguros, la institución del matrimonio es antigua, pero eso

no significa que es obsoleta. En tiempos de la primera venida de

Cristo, el matrimonio ya tenía varios miles de años de existir, pero El

todavía enseñaba que era lo correcto. “Desde el principio de la

creación, Dios hizo hombre y mujer. Haciendo que el hombre deje a sus

padre y madre y los dos deben ser una sola carne… Lo que Dios ha

unido ningún hombre puede separar” (Marcos 10:6-9) El cristiano se da

cuenta que no tiene la libertad de cambiar la palabra de Dios para que

ésta se amolde a lo que está de moda en teorias sociales. Las normas

culturales deben de ser juzgadas por medio de las escrituras; las

escrituras no pueden ser juzgadas por las normas culturales.
El matrimonio no debe de ser abandonado solo porque muchos están
desilusionados y ya no lo practican, pero no signinfica de ninguna
manera que es lo aconsejable o correcto. El cristiano no debe de
determinar la verdad por mayoría de votos, pero examinando
cuidadosamente la palabra de Dios.
El antiguo testamento, prescribe severos castigos para aquellos que se

burlan de los privilegios y responsabilidades que conlleva el

matrimonio. Uno de los diez mandamientos dice: No desearás la mujer de

tu prójimo.” (Exodo 20:14) y la ley requería que aquellos condenados

por adulterio recibieran la pena de muerte. (Levíticos 20:10)
El nuevo testamento no requiere la pena capital por cometer adulterio,

pero asegura que “Dios juzgará” a aquellos que no están casados y que

aun así se envuelven en los placeres sexuales reservados para el

matrimonio (Hebreos 13:4). El resultado de la indecencia era la

excomulgación de la iglesia (1 Corintios 5:1-2), y Pablo nos advierte

de aquellos quienes, con palabras sutiles, llevan a otros a la

inmoralidad (Efesios 5: 5-6). La condena eterna espera a aquellos que

pratiquen inmoralidad y no se arrepientan. (Apocalipsis 21:18, 22:14-15)
El plan positivo de Dios instruye a los casados: “Esposas, estén sujetas

a sus maridos, como a Dios” y esposos estén sujetos a sus mujeres, así

como Cristo amó a la iglesia y entregó su vida por ella” (Efesios

5:22,25). Dénse cuenta que la relación entre marido y mujer es moldeada

por la relación de Dios con su pueblo, y no por las costumbres sociales

del mundo antiguo. El seguir las instrucciones de Dios trae tantas

bendiciones que cualquier desvío de su plan parece inconcebible.
Los cristianos debemos admitir que hay numerosas costumbres
relacionadas con ambos, matrimonios y bodas que no tiene ningún apoyo
en las sagradas escrituras, pero que a su vez han surgido de
tradiciones culturales y religiosas. La existencia de tales costumbres,
no garantiza el abandono de las normas establecidas por las sagradas
escrituras.
También, desde que los gobiernos se han dado cuenta que la familia es la

fuente más importante de una nación, casi todas tienen leyes que

regulan el matriminio y el divorcio. En la historia cristiana, el

matrimonio ha sido considerado una función familiar ante Dios, y la

participación del gobierno era inexistente o poco importante. Mientras

las leyes de los gobiernos no forcen a los creyentes a violar las normas

bíblicas, es posible que los creyentes continuen obedeciendo dichas

leyes por el bienestar de su testimonio (ej: leyes de certificado de

matrimonio). Pero los cristianos deben de estar conscientes que su

compromiso trasciende las leyes civiles: es un compromiso con otra

persona ante Dios.
El matrimonio no será obsoleto hasta que el santo creyente esté con

Dios. “En la resurrección, no se casan o comprometen” (Mateo 22:30).

Aquellos culpables de negligencia o de violar el compromiso matrimonial

deben de arrepentirse y confiar en Dios por el pordón de sus pecados,

sabiendo que “si cofesamos nuestros pecados, El es fiel y justo al

perdonarnos y limpiarnos de toda maldad” (1Juan 1:9).

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