El peligro de los errores inadvertidos

El programa avanzaba sin mayores contratiempos. El pastor Leonardo y yo llevábamos quince minutos en la emisión del programa en televisión, los viernes después de las seis de la tarde. Enfrente, tres cámaras y un potente foco que generaba un calor insoportable.

Cuando reparé en el monitor, a través del cual uno se percata acerca de qué está saliendo al aire, pude apreciar que inconscientemente y al parecer por espacio de varios minutos había estado jugando con la estilográfica. Un televidente que repara en todos los detalles, comprenderá que es un error inconcebible. Echa a perder el trabajo.

Aunque uno de los camarógrafos me insistió en que no había pasado nada grave, cuando vi en casa la grabación descubrí que algo tan pequeño había restado calidad a la intervención televisiva.

Este incidente en apariencia trivial me llevó a meditar en tantas actitudes y expresiones que nos parecen normales o que no desencadenarán problemas en el futuro, pero que terminan convirtiéndose en factores que dificultan nuestras relaciones interpersonales. Puede que se trate de acciones involuntarias como saludar y no mirar al interlocutor al rostro; saludar con monosílabos; responder con frases entrecortadas cuando nos formulan una pregunta o tal vez, mirar a los demás con la sensación de que somos superiores.

Dios nos conoce a plenitud

Si llevamos este principio a la vida cristiana práctica, descubriremos que tal vez consideremos que nuestro comportamiento esta bien delante de Dios. Sin embargo una es la perspectiva que tenemos de lo que significa “obrar bien” y otra muy distinta lo que agrada a Dios. Al respecto el salmista escribió: “Dios, tu conoces mi insensatez, y mis pecados no te son ocultos” (Salmo 69:5).

¿A qué conclusión nos lleva todo esto? En esencia, a reflexionar en dos aspectos. El primero, pedirle a Dios la sabiduría necesaria para identificar comportamientos que para nosotros son normales pero afectan nuestra relación con los demás. El segundo, pedirle también que nos revele qué hay en nosotros que no le agrada. El y solamente El podrá revelarnos actitudes que no glorifican Su nombre y que van en contravía de los principios trazados por Su Palabra, la Biblia.

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