Las crisis no son para siempre

El problema no fue perder buena parte de sus propiedades en una concatenación de negocios que salieron mal. El verdadero problema fue aceptarlo. Los amigos que le profesaron lealtad cuando todo marchaba bien, progresivamente y con sutileza le dieron la espalda. Ya no formaba parte del estrato social al que estaban acostumbrados.

La casa que tenía a las afueras de la ciudad debió venderla y compró una, un poco más modesta y por supuesto, con menor espacio construido. Aún así no tenía forma de sobrellevar los costos que implicaba. Un segundo paso fue vender ese inmueble para adquirir un apartamento, a pocas cuadras del empleo de segunda categoría que consiguió.

“No está bien que un ingeniero de mi nivel demuestre escasez económica”, razonaba y siguió luciendo trajes caros. Todo marchó “viento en popa” hasta que las facturas por la tarjeta de crédito le hicieron recordar que ya no tenía los ingresos de otras épocas.

Si para él fue duro ir aterrizando a la realidad, más complejo resultó para su esposa y dos hijas que no querían reconocer su situación y todavía pretendían lograr aceptación en el círculo social de otras épocas. Cada día se encontraban con un enorme muro y las expresiones de los demás, que no hacían otra cosa que ridiculizarlos. Por momentos llegaron a culpar a Dios de su situación y, finalmente, dejaron de asistir a la iglesia.

Javier, Miriam, Natalia y Diana Isabel habitan hoy una casa de tres habitaciones, antejardín reducido y vías peatonales que comparten con las personas de enfrente. Nada fácil, pero poco a poco admitieron su nueva realidad. Antes que renunciar, doblegados por el desánimo, razonaron que atraviesan un período difícil que podría ser transitorio si se disponen a seguir luchando.

Dios nos fortalece y afirma

Alguien que experimentó una situación muy agobiante, escribió hace siglos: “Porque un momento será su ira, pero su favor dura toda la vida. Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría. En mi prosperidad dije yo: No seré jamás conmovido, Porque tú, Jehová, con tu favor me afirmaste como monte fuerte. Escondiste tu rostro, fui turbado” (Salmo 30.5-7).

En el relato bíblico la solución estuvo en Dios. Es la salida a los momentos traumáticos que nos confrontan. Se aplica también a nuestra existencia. Estamos llamados a superar las crisis, pero no en nuestras fuerzas sino en las del Creador. Con su ayuda, hay salida para el callejón en que nos encontremos…

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