Permitale a Dios obrar su justicia

Fue un solo grito. Lo emitió alguien desde la multitud. Guardaba indignación, rencor, deseos de venganza. Otro más respondió, y otro le siguió hasta convertirse en un inmenso río humano que colmó las callecitas del poblado peruano de Ilave. Fue algo rápido, como si en medio corriera una orden perentoria a la que nadie puso objeción para preguntarse el por qué o para qué de obrar por mano propia.

Tres mil hombres y mujeres dieron rienda suelta al desafuero en el que tomaron al alcalde, lo llevaron a la plaza de armas –en pleno centro de la población—y le dieron muerte, propinándole golpes por todo el cuerpo. Cirilo Fernando Robles jamás imaginó que la acusación de malversación de fondos concluyera con un incidente de esa magnitud.

–Es inconcebible que algo así ocurra—expresó el comisionado de la policía tras advertir que la situación se salió de las manos rápidamente y que de poco sirvió la intervención de la fuerza pública–. La gente estaba enloquecida—dijo.

–Para ustedes y de acuerdo con el fallo de ley, debíamos esperar; pero seguramente lo absolverían. La justicia Aymara determina que quien incurre en agravios, debe pagar…—explicó uno de los líderes indígenas de la revuelta detenidos por las autoridades.

¿Qué es justicia? Es un término complejo para definirlo en pocas palabras. Cada quien tiene su propia visión de la justicia y de lo que es justo o no. Muchos señalan que el tiempo demostrará quien tiene la razón y prefieren que el paso de los meses y los años traiga la retribución a cada uno.

Otros sin embargo aplican la ley del talión que primó en el Antiguo Testamento. De acuerdo con estos preceptos, quien yerra paga ojo por ojo, y diente por diente. ¿Es lo más aconsejable?¿Acaso el ajusticiamiento de un hombre en el Perú, en consonancia con las leyes indígenas Aymara, era realmente la voluntad de Dios?

Jamás olvide que Dios es justo

Si vamos a las páginas de la Biblia leemos que “Mis queridos hermanos, tengan presente esto: Todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse; pues la ira humana no produce la vida justa que Dios quiere. Por esto, despójense de toda inmundicia y de la maldad que tanto abunda, para que puedan recibir con humildad la palabra sembrada en ustedes, la cual tiene poder para salvarles la vida.” (Santiago 1:20. Nueva Versión Internacional). De acuerdo con este principio de vida cristiana práctica, es el Señor quien debe glorificarse obrando justicia y no nosotros por nuestra mano. Vengarse no es la solución, esperar en Aquel que todo lo puede, sí lo es…

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