“No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria, por
tu misericordia, por tu verdad” (Salmo 115:1)
Probablemente lo más dramático en el juego final del mundial de fútbol, no fueron los dos goles marcados por Brasil contra Alemania, ni fue tampoco la
entrega de la copa a los ahora penta campeones del mundo, sino la
manera humilde en que la escuadra sur americana se proclamaba una vez
más como campeona del mundo. Me impactó como algunos jugadores
inmediatamente el árbitro dio por finalizado el partido, se postraron
en la cancha para alabar y glorificar el nombre de Dios. Con asombro vi
al guarda meta regresar a los travesaños para arrodillarse, alzar sus
manos y gesticular que la gloria era para Dios. Me emocionó verlos a
todos tomados de la mano y de rodillas en el engramado dando a Dios el
primer lugar. Sorprendente fue también ver que debajo de sus camisolas
no llevaban otra con el nombre de campeones, como usualmente lo hacen
los que llegan al final, sino una que decía “amamos a Jesús”.
Pienso que no se trata de que Dios estaba con Brasil, pero si fue evidente
ante el mundo entero que Brasil es un pueblo con un alto índice de
cristianos que no se avergüenzan del evangelio. Pensé en la actitud que
hubieran tenido otros equipos, si ellos hubieran sido los campeones,
seguramente se hubieran jactado de ser inigualables y lo que menos se
les hubiera ocurrido es darle la honra a quien da la salud, las
destrezas y las oportunidades para alcanzar ciertos logros, aún los de
carácter olímpico.
Por supuesto que nunca faltan las serpientes sordas que no se dejan
encantar con nada, nada les impresiona, mucho menos los triunfos de
otros. Ya los medios se encargaron de que se hiciera escuchar la voz
altanera del que una vez fuera la gloria de un pueblo y que ahora es un
adicto a las sustancias alucinantes, menospreciar a los ahora campeones
y no solo triunfadores, sino en cinco ocasiones han sabido llevarse
dignamente la copa del torneo mundial.
Dios participa de nuestras victorias y también de nuestras derrotas, El
también sabe celebrar al invicto sin oponerse a nadie. En más de una
ocasión leí este sencillo relato que hoy quiero compartir: Se cuenta de
que una tarde Jesús fue invitado por unos amigos para ir al estadio a
presenciar un partido de fútbol, el encuentro iba a ser muy reñido
porque se enfrentarían los “Ponchers” protestantes y los “Cruzaders”
católicos. Marcaron el primer gol los cruzades. Jesús aplaudió
alborozadamente y lanzó al aire su gorra. Después marcaron los
ponchers, y Jesús nuevamente aplaudió y lanzó su gorra por el aire.
Esto pareció desconcertar a un hombre que se encontraba en la fila de
atrás, y dándole una palmadita a Jesús le preguntó: ¿A qué equipo va
usted? ¿Yo? Respondió Jesús, ¡Ah! Yo animo a los dos equipos, aunque no
apoyo a ninguno, sencillamente disfruto el juego y participo de los
triunfos de las personas. Y por si no me conoces yo soy Jesús, a quien
una vez fanáticos religiosos me crucificaron.
La copa está donde debe estar, salud para el pueblo brasileño, y aunque
salieron para Corea con pronósticos no muy alentadores, nadie les pudo
ganar. Quizás se debió a que pudo más la humildad y la sencillez, que
los alardes de grandeza. Me gustó mucho países que nunca habían
figurado, ni tan siquiera asistido a un mundial, esta vez estuvieron
presentes y algunos sorprendieron llegando a las semifinales .
Que diferente sería nuestro mundo y nuestras comunidades si tuviéramos como
parte de la cultura y de las costumbres darle la honra y gloria a Dios
por los logros alcanzados. Si fuéramos capaces de fomentar la humildad
y la gratitud, reconociendo que Dios es el autor y dador de toda buena
dádiva. Si pudiéramos enseñar a las nuevas generaciones que ninguna
sociedad engreída permanece para siempre y que solamente de Dios el
reino eterno es inconmovible. Darle la gloria a Dios es beneficiarnos a
nosotros mismos, pues en ese reconocimiento que alcanzamos altura y
dignidad. No pudieron ser mas apropiadas las palabras del salmista
cuando solía decir: “Bendice alma mía a Jehová y no olvides ninguno de
sus beneficios. El es quien perdona todas tus iniquidades, sana tus
dolencias, rescata del hoyo tu vida y te corona de favores y
misericordia” Fomentar el agradecimiento y la humildad en nuestra vida
siempre traerá grandes dividendos.
¡Honor al que honor se merece! ¡Que gane el mejor! Son expresiones comunes y bien acertadas, sin embargo debemos siempre recordar que cualquier
gloria humana es carácter transitorio, y que solamente Dios es Digno de
toda honra, alabanza y adoración. Necesitamos acondicionar
intencionalmente nuestras mentes para permitir que la grandeza de Dios
y sus maravillosos atributos morales y naturales nos impresionen para
siempre, a fin de que continuamente demos a Dios alabanza, gloria y
honor.
0 comentarios:
Publicar un comentario