“!Qué tan diferente soy de cómo era en otros tiempos!” reflexionó cuando regresó al barrio en el que creció, estableció lazos de amistad, se vio inmerso en la fármaco dependencia hasta finalmente concluir su ciclo juvenil en una cárcel, acusado de robo y lesiones personales.
Ahora, con siete años más, tenía otras aspiraciones y metas diferentes. Para ser sincero, llevaba un buen tiempo sin volver a ese conjunto de casas tristes, inmensas y deterioradas. Y si lo hizo fue con el propósito de reencontrarse con aquellos que un día le acompañaron en su desorden moral, espiritual y personal en todos los órdenes.
Algo curioso: no se acordaban de él. En cierta medida tenían razón. No usaba el pelo largo ni la barba que por años le identificaron. Tampoco estaba delgado. Sí, definitivamente tenía otra apariencia. También su forma de pensar y de actuar.
El cambio ocurrió años antes cuando estaba en una celda. Un domingo, cuando generalmente nadie iba a visitarlo porque sus amigos se fueron y la familia no quiso saber más de quien se había convertido en la “oveja negra”. Ese día un predicador le compartió sobre el evangelio transformador de Jesucristo. En un principio quiso restarle atención a la insistencia con la que el hombre le hablaba de la Biblia. Luego se resigno, al fin y al cabo quería dialogar sobre algo con alguien. Finalmente lo embargó la emoción de encontrar un camino a una vida diferente.
Piénselo: usted puede cambiar
¿Qué lo llevó a cambiar? Abrirle el corazón a Jesucristo. Inmediatamente comenzaron los ajustes en su existencia. Tomó forma la recomendación del apóstol Pablo: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).
Todo ser humano tiene enfrente una oportunidad diferente. Su ser puede experimentar la transformación de Jesucristo. El está esperando por su decisión. No depende de Dios, sino de cada quien. No presionará para emprenda ese sendero distinto de vida y realización, tanto personal como espiritual. Pero lo que sí puedo asegurarle es que si toma la determinación de recibir al Señor Jesús en su corazón…¡Todo será diferente desde ahora!
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