El primer trago le pareció delicioso. Pasó inadvertido en un salón lleno de personas que reían y mostraban su mejor apariencia. Al fin y al cabo era una reunión social. La música era encantadora. El lugar de ensueño. Así es como recuerda Albert su primer contacto con las bebidas embriagantes.
Las reuniones sociales se sucedieron con una frecuencia que no quiso evitar. Era tan agradable todo. Luego vendría la necesidad de consumir una bebida más: primero en el trabajo, en donde guardaba una botella de licor en el segundo cajón del escritorio, y luego en casa.
Los problemas que se asociaron a su permanente estado de embriaguez podrían describirse como la caída de un ser humano a un profundo abismo. Pareciera que siempre iba hasta el fondo, en un vuelo interminable al vacío. Todo a su alrededor perdió sentido y por momentos pensó que la bebida era más fuerte que él y que jamás podría salir del laberinto en que se iba adentrando cada día.
Perdió el trabajo, lo desecharon los amigos—
a los mismos que frecuentaba en las fiestas—, lo abandonó su familia y, por último, perdió la confianza y aceptación propias. Sentía que nada tenía pies ni cabeza.
¿Cómo logró salir de su crisis? Cuando reconoció lo que por años se negaba a admitir: que era alcohólico. Un segundo paso fue aceptar que sólo la fuerza para vencer, provenía de Jesucristo y no de sus buenas intenciones, y tercero, que sobreponerse a su hábito era posible dando un paso a la vez, no pretendiendo un cambio en un abrir y cerrar de ojos.
Las bebidas destruyen su vida
Un proverbista de la antigüedad escribió:
“¿Para quién será el ay? ¿Para quién el dolor? ¿Para quién las rencillas? ¿Para quién las quejas? ¿Para quien las heridas en balde? ¿Para quién lo amoratado de los ojos? Para los que se detienen mucho en el vino, para los que van buscando la mistura” (Proverbios 29, 30).
Dejarnos arrastrar por esta costumbre que toma fuerza de hábito, es tanto como permitir que una enorme serpiente comience a rodear nuestro cuerpo para luego apretar hasta asfixiarnos. Sin embargo es posible vencer cuando depositamos nuestra carga en el Señor Jesús. Nos ayudará a sobreponernos a cualquier adicción que de por sí se haya convertido en una atadura para nuestra realización personal y espiritual.
El libro “Alcohol, adorno y tragedia” escrito por Joseph P. Carreté y publicado por Editorial Clie, de España, ofrece un extraordinario testimonio de vida y una comprobación documentada de que, con ayuda de Dios, el alcoholismo puede quedar atrás…
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