La luna se ocultó solo veinticinco minutos. Fue algo breve, después de las siete y media de la noche. Algo natural para los astrónomos. Es un eclipse lunar. Una señal de que Dios estaba enojado, según la creencia popular entre los iraquíes. En Bagdad solo se apreciaban las luces y lámparas que a esa hora facilitaban el desplazamiento de vehículos y transeúntes en un lugar y otro. Los demás estaban en la mezquita.
–Es algo natural—explicó uno de los norteamericanos asignados al territorio por su gobierno–. La tierra se interpone entre el sol y su satélite y ya ves, se pierde la luna–.
–Te equivocas—le dijo alguien que lleva más de quince años en la capital iraquí–. Dios está molesto por lo que ustedes los estadounidenses están haciendo en nuestro país y no les perdona la presencia acá–.
Los bagdadíes insisten en esta versión. Sus líderes religiosos, los imanes, les instan a reflexionar en el fenómeno que no consideran natural sino por el contrario, una señal de los cielos. Para sustentar su versión invitan a los feligreses a consultar versos del Corán y pasajes seleccionados del profeta Mahoma. De acuerdo con la tradición perdió a su hijo durante un eclipse lunar.
Históricamente hombres y mujeres en todas las vertientes religiosas han utilizado incidentes, algunos propios de la naturaleza y otros fruto de la casualidad, para ajustarlos a sus propios intereses y revestirlos de credibilidad utilizando versículos bíblicos a su antojo.
No ajuste las cosas a su interés
Hace siglos y dirigiéndose al apóstol Juan cuando escribía el Apocalipsis o Revelación, el Señor le advirtió: “Tenga cuidado todo el que escuche las palabras de la profecía de este libro. A quien le añada algo, Dios le añadirá a él las plagas escritas en este libro. Si alguien la quita a las palabras de la profecía de este libro, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa, que se nombran aquí” (Apocalipsis 21:18, 19).
Sin duda jugar con la Palabra de Dios es una de las trasgresiones más complejas que uno pueda hallar. Las Escrituras deben enseñarse tal como están en el texto, sin añadir ni quitar. Usted y yo no somos los intérpretes, somos mensajeros. Nos corresponde ser fieles a ese compromiso porque delante del Creador responderemos por nuestro desenvolvimiento en su iglesia…
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